Estamos en el preámbulo del nuevo año, es cuestión de días, y hay una tendencia natural a llenarnos de emociones encontradas, algunas amables, otras con tendencia depresiva y hasta suicida, así son los ciclos de la vida, pero hay que saber cerrarlos correctamente para no repetirlos.
No apresuremos ni roguemos porque se vaya este año que ya agoniza, vamos a darle su tiempo, el que sea necesario de acuerdo al Dios Cronos que de manera inevitable hará su parte por ley universal.
Entreguemos al año que está por partir todo aquello que nos ha hecho menos auténticos, menos felices, más frívolos e indiferentes, nuestros pesares, desaciertos, corajes, absolutamente todo aquellos que nos impide fluir con ligereza y aire de libertad, digamos: “todo eso es tuyo, puedes llevártelo cuando preciso sea el momento”.
Incluyendo la violencia, la guerra, la codicia y todos aquellos sentimientos oscuros que ahora tienen a esta humanidad confundida y a nuestra Madre Tierra en jaque.
Vamos a desprendernos de este año de nuestras creencias equivocadas, de esos ‘trajes ajenos’ que hemos portado para ‘satisfacer’ a los demás sin darnos cuesta que nos roban un trozo de nuestro propio vivir.
Empezamos el año que concluye con grandes desastres naturales y fenómenos naturales que nos llevan más allá de la reflexión, enfermedades que creíamos habían sido erradicadas como el cólera y un largo etcétera de sin sabores que nos ponen al filo del deseo irresistible para que este año parta.
Pero este año nos deja una bella y enorme enseñanza con el milagro de los 33 mineros chilenos que sobrevivieron muchas semanas a más de 700 metros de profundidad, y todos salieron sanos y salvos y a compartirle al mundo que por más adverso que parezca un escenario de vida, todo está en nuestra voluntad, amor y Fe para salir adelante.
El clima de unión universal que privó entorno a este caso del ‘milagro 33’ es un caso extraordinario por todo lo que nos deja, pero más que nada por aquello que decidamos individual y voluntariamente obtener como enseñanza.
El mundo demostró que puede amarse y unirse en un solo pensamiento para fluir a favor de cosas que sean para bien del propio ser humano; algo que parece hemos venido olvidando con el paso del tiempo.
Por ello, vale la pena haber vivido este año con todo y sus adversidades, que las podemos traducir en hermosas lecciones de vida para convertirnos en seres humanos con mejores posibilidades de vida.
El año nuevo es entonces el año de la esperanza, porque podemos renacer, podemos volver a creer, y no necesitamos de un cura, ministro, pastor, político o gobernante alguno.
Solamente requerimos de valorarnos como humanidad en medio de la casa que habitamos llamada Tierra y que no hemos respetado, ni las leyes universales de las forma de paz y vida, que ahora nos pasan una serie de facturas con un desorden mundial en la naturaleza y en la sociedad.
Hay quienes aseguran creer en lo que ven y si con lo que han visto no es suficiente para creer, pues seguramente se perderán inevitablemente en su estado de conciencia, porque es ahí donde radica la fortaleza más importante del ‘hombre nuevo’, el de la era de la tecnología y el estrés como formas inseparables de vida.
El hombre está profundamente confundido y perdió la congruencia entre su vida material y espiritual, por ello nada le satisface y no cree en nada, en nadie, ni en él mismo.
Este año nuevo, es el año de la luz y la esperanza para todos los que tengamos el deseo de darnos esa oportunidad y el principio es AMARSE A UNO MISMO, dejar de pedir lo que no te das a ti mismo, dejar de ofrecer lo que no te ofreces a ti y en ti.
Estamos cansados de los políticos, de los gobernantes, de las religiones, de la economía, del desamor, porque todos redundan en lo mismo, el oportunismo, la ventaja, la mentira y el beneficio a costa de otro.
Les comparto estas reflexiones porque creo firmemente en ellas y voy enfilándome a caminar por ellas, es el libre albedrío el que determina el rumbo de cada ser humano y en su conjunto el de la humanidad, no nos asustemos de lo que tenemos, hay que ocuparnos por lo que queremos tener en el presente y pensar en el futuro que no existe, de manera responsable.
Es tu voluntad y la mía, dos o más, son suficientes para empezar, es mi invitación y estas expresiones mi forma de compartir lo que amo: LA VIDA.
¡Salud y Paz!
Por: Horacio Molina
Proyectos imprudentes